Berro de agua: el superalimento original
Prólogo del profesor Ian Rowland, Universidad de Ulster
¿Por qué el berro de agua es tan especial? En las siguientes páginas encontraremos la respuesta. El berro de agua es una verdura subestimada, en tanto que contiene unaimportante fuente de nutrientes esenciales, tales como vitamina C, calcio, hierro y ácido fólico. A continuación, resumiremos el papel de dichas sustancias y mostraremos la valiosa contribución del berro de agua a nuestras necesidades nutricionales diarias.
Más significativo aún es que el berro de agua cuenta con una amplia gama de compuestos naturales, bioactivos y vegetales (fitoquímicos) que muestran crecientes evidencias de efectos beneficiosos para la salud humana. Entre estos, se incluyen antioxidantes tales como beta-caroteno, luteína y quercitina, que pueden ayudar a proteger las células del cuerpo de los radicales libres reactivos (concretamente, la luteína se considera muy importante para la salud ocular). Por otro lado, el berro de agua se considera también una fuente particularmente rica de un grupo de fitoquímicosdenominados glucosinolatos que, una vez ingeridos, se descomponen en isotiocianatos. Estos compuestos son los que dotan al berro de agua de su sabor picante tan característico. Además, gracias a una gran variedad de estudios y experimentos que utilizan células humanas en cultivo, ha quedado demostrado que los isotiocianatostienen un potencial anticancerígeno. Sin embargo, nosotros no ingerimos los compuestos purificados, lógicamente, sino que comemos el alimento completo, de manera que el presente informe abarca las pruebas relativas a los cánceres y al consumo de berros de agua propiamente dichos.
Los estudios epidemiológicos, que analizan los hábitos alimenticios de las poblaciones más grandes e intentan correlacionarnos con las incidencias del cáncer, nos aportan datos concluyentes que indican que los vegetales de tipo crucíferos, como el berro de agua, son particularmente eficaces para ayudar a reducir los riesgos del cáncer. Sin embargo, la epidemiología es una herramienta drástica, que de forma excepcional nos permite identificar el papel de los alimentos específicos y que únicamente facilita información sobre las relaciones entre la alimentación y el riesgo del cáncer, pero no muestra el nexo causal.
En la Universidad de Ulster quisimos identificar los efectos causales, es decir, si realmente el berro de agua tiene o no el potencial necesario para ayudar a reducir el riesgo oncológico. Para ello, tuvimos que llevar a cabo una intervención dietética,donde se encuentra otro aspecto del problema. Nuestro deseo, de manera ideal, habría sido utilizar el desarrollo del cáncer como punto final, pero esta enfermedad puede tardar décadas en desarrollarse, de manera que tuvimos que tomar algunos atajos.
El primero fue el uso del método del tubo de ensayo. Cuando aplicamos un extracto de berro de agua en cultivos de células humanas, pudimos demostrar que se producía una ralentización en el crecimiento de las células cancerígenas, se estimulaba la capacidad de las células para resistir a los agentes que dañan el ADN y que se cree que inducen el cáncer, y se inhibía la capacidad de las células cancerígenas para invadir los tejidos en un modelo de diseminación del cáncer.
La obtención de resultados positivos nos motivó a pasar a la segunda fase: realizar un estudio alimenticio del berro de agua a gran escala en voluntarios sanos.
60 voluntarios se mostraron encantados y no mostraron ninguna objeción a comer una bolsa de berros de agua al día durante 2 meses.
El punto final primario del estudio era el daño del ADN en las células sanguíneas. Aunque no se considere un cáncer como tal, el daño del ADN es un hecho relevante en varias fases del desarrollo de la enfermedad. Por tanto, nuestra conclusión de que comer berro de agua no solo reduce el grado de daño del ADN en las células sanguíneas sino que también incrementa la capacidad de dichas células para resistir a dicho daño causado por los radicales libres es altamente significativo.
Cabe señalar también que nuestros sujetos no formaban parte de un grupo seleccionado de forma específica con una dieta restringida. Era un grupo mixto de hombres y mujeres, algunos fumadores, y sus edades oscilaban entre 19-55 años, de manera que sus resultados son mucho más aplicables al régimen alimentario normal de la población general.
Como indiqué anteriormente, este tipo de estudios no es fácil de llevar a cabo y los resultados generan una gran carga de trabajo para mis compañeros. Me gustaría dar las gracias en particular a Chris Gill, Adele Boyd y Sam Haldar. Quiero agradecer tambiénespecialmente a nuestros voluntarios, ya que sin su compromiso, paciencia (¡y sin su sangre!), este estudio no habría sido posible. Por último, muestro mi agradecimiento a la asociación Watercress Growers, por haber tenido la visión de futuro de este estudio y por su ferviente apoyo.